Gritos innecesarios y poca prudencia

Yo pensaba que el tiempo atemperaba los ánimos y la experiencia calmaba pasiones y hacía más prudentes a las personas. !Qué equivocada estoy!
Esta mañana, un Letrado ha pretendido hacerme sentir como una colegiala pillada en un renuncio y me ha dedicado una ración de gritos como no los recuerdo ni de mi madre cuando hacía una trastada.
Su inadecuado comportamiento para conmigo tiene su origen en su propia imprudencia. En esta profesión tenemos muy claro, mucho, que mientras no tienes la piel del oso en la mano, no la puedes vender, y menos aún cuando sólo tienes la escopeta, pero no los cartuchos.
En fin, yo confío en que el Letrado piense mejor las cosas, y si le veo en la sala y lo pierde, no cumpla su amenaza de "colgar la toga".
La soberbia profesional no debe cegar, no.
A veces se pierde y a veces hay que ceder, pero no siempre le toca perder al mismo.
En este caso yo tengo el mango de la sartén y no soy ninguna cría asustadiza. Llevo mucho tiempo y me he comido, como todos, muchos marrones, pero esta vez, por respeto a alguien a quien quería y que no está para verlo, no consentiré el chorreo pretendido.

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