Después del divorcio.

Al principio, cuando yo empecé en esto, la mayoría de los asuntos de familia que se tramitaban eran separaciones, pocos divorcios.
Desde la modificación y la supresión del doble trámite, los divorcios se pusieron a la orden del día, y así hasta que vino la crisis económica y desde entonces, la inmensa mayoría de los casos son modificaciones de medidas y liquidaciones de bienes.
La liquidación es la pesadilla tras el divorcio, no solo por lo engorroso y lento de su tramitación, también, porque al final nadie está contento.
Pocas veces podemos optar por hacerlo ante el notario, más rápido, cómodo  e incluso barato, porque acabamos teniendo que pelear por un juego de sábanas de la abuela, o los cuadros que había en el salón pintados por la prima de uno, y que ahora es la mejor amiga del otro.
Si la gente fuera sensata, desde antes de casarse, optaría por el régimen de absoluta separación de bienes, lo de uno es de uno, lo del otro del otro y no hay confusión posible.
Sin embargo, por pereza, por ignorancia o por la inevitable excusa de "si no tenemos nada", acaba aplicándoseles el régimen legal de primer grado del Código Civil, y con ello, los abogados acabamos haciendo más números que un contable y ellos con unos dolores de cabeza sobre cuánto le tiene que compensar al otro, que se les quitan hasta las ganas.

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