No somos responsables.

Parece que por fin, pasados ya casi 20 años de trabajo, me empiezo a dar cuenta de que yo no soy responsable de lo que hacen o dejan de hacer mis clientes, ni de lo que les hacen o les  dejan de hacer a mis clientes.
Yo no soy la madre que estorba el régimen de visitas, ni el padre que no paga los alimentos, mi el vendedor que no entrega la mercancía, ni el banco que cobra intereses abusivos, ni ninguno de los malos que pueblan la Tierra y hacen la vida imposible, siempre según su criterio, a mis clientes.
Ellos, una y otra vez, vuelcan sobre y contra nosotros su frustración. Y siendo eso malo, lo peor es que se lo consentimos, e incluso se lo fomentamos, cuando permitimos que nuestra empatía sea interpretada como asunción de sus problemas.
Nos encargan encontrar, si se puede, una solución a sus problemas, pero la mayoría pretende que nos los apropiemos, así ellos dejan de tenerlos y nos los endosan a nosotros.
No, no y no. Sus problemas son suyos.

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