Trabajos indeseados.

Hay ocasiones en las que la falta de convicción en un asunto se transforma en un muro insuperable.
Otras veces, uno se sobrepone ante tan adversa circunstancia y saca lo mejor de sí.
Es duro plantear una demanda cuando se tiene la certeza de que nuestro cliente no tiene ni pizca de razón, pero, con argumentos extrajurídicos, te impone la obligación de pleitear, por una cantidad ridícula y costando al erario público 20 veces lo reclamado.
Esa ha sido la situación de hoy. Al final he redactado la demanda y creo que, a lo mejor, mi cliente puede llegar a tener una oportunidad. Aunque no por méritos míos, si no por la ayuda recibida.

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