Arbitrario.

En algunas ocasiones me planteo, con una palmaria ingenuidad impropia de mis años, cómo es posible que el poder existente para prevenir y desterrar la arbitrariedad, sea tan arbitrario.
Todo depende del Juez, el Fiscal, el Secretario o el Forense que te toque. Y ello desemboca invariablemente en la corrupción del sistema mismo.
Por interés económico, personal o sentimental, por desidia, ignorancia o mala fe, por ambición, exceso de trabajo o aburrimiento, cada interviniente en la Justicia se aparece como menos justo, menos concernido de su responsabilidad, y mucho mas pendiente de su capricho, voluntad o necesidad instantánea.
Todos, y no me excluyo, funcionamos a impulsos inmediatos y olvidamos lo importante que es que nuestro trabajo, el de todos, busque la resolución de los conflictos y la paz social apoyándose en la ley.
O a lo mejor lo que es arbitrario no somos los que la aplicamos, si no la ley misma.

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