¿Y cobrar, cuándo?

     Cada vez que un cliente nos encarga un pleito, o la llevanza de cualquier asunto, el letrado de a pie, de los que no tenemos tres ayudantes a la puerta del despacho que cobran sin pestañear, en su interior, se hace la misma pregunta ¿cobraré? ¿lo cobraré todo? ¿me tendré que acabar enfadando por trescientos euros? ¿cobraré este año o el próximo?.
Es el mismo drama cada vez, haces tu trabajo, con diligencia y usando toda tu lex artis, pero luego a la hora de pagar, los clientes creen que si el resultado no es el que ellos desean, aunque eso, casi nunca depende de nosotros, pueden andar renqueando para pagar.
Cuando van al dentista, que encima les hace daño físico y a veces hasta se queda con sus cosas (léase muelas o dientes) y les cobra un pastizal, nunca le regatean ni un céntimo de euros.
A los abogados parece ser un deporte nacional racanearle sus honorarios. De quién es la culpa nuestra o suya, el algo que no tengo muy claro.

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