Tratamiento y trato.

Los abogados solemos quejarnos de que nuestros clientes, en general, suelen tenernos poco respeto y nos dipensan un trato similar a que proporcionan a sus amigos. Nos hacen llamadas perdidas, nos asaltan en sábado por la noche por whatsapp, aparecen en el despacho sin cita, o nos acorralan en los pasillos de los juzgados. Nos tutean, nos abordan por nuestros nombres ded pila o nos paran en el Mercadona sin reparo ni freno alguno.
Ello, en mi opinión es debido, en parte, a nuestra culpa, desde que dejamos de poner Don/Doña y debajo Abogado/Abogada en nuestras placas de la calle, para sustituirlos por los apellidos y Despacho de Abogados, se perdió la mística de la relación entre un cliente y su abogado.
En una grandísima proporción a la falta de educación generalizada que se practica hacia, frente y contra nosotros, por imputados, demandados, ejecutados y todos los demás justiciables, por los funcionarios de los juzgados del primero al último (desde el agente judicial al magistrado del Tribunal Supremo)
Y, en otra enorme cuota, a los bochornosos espectáculos que, televisados en prime time, ofrecemos desde las Salas de Vistas (Conde-Pumpido).
      

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