Huele a vacaciones.

En los últimos casi veinte años, el mes de julio ha sólido ser terrorífico, y la segunda quincena espeluznante, y este año, por primera vez, está siendo relajado, creo que, por fin, mis clientes, se han dado cuenta de que el parón agostino no es definitivo, que en septiembre la vida judicial se reanuda como si nunca hubiera ralentizado su actividad.
Este año todo fluye con normalidad, incluso diría, que tengo menos trabajo pendiente que habitualmente, lo que agradezco en el alma, ya que mis neuronas, mejor dicho MI ÚNICA NEURONA, está exhausta.
Noto el verano y es un verdadero regalo, voy a llegar descansada a mis vacaciones, no necesitaré la usual terapia intensiva de desintoxicación laboral y deshabituación horaria, y disfrutaré del verdadero ocio desde el primer minuto.

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