Ética y más.

Suele decirse que la mujer del César además de ser honesta, tiene que parecerlo.
Eso además de ser políticamente correcto, es una verdad, al menos para mi personalmente. Por esa razón hoy, mi diatriba diaria se dedica a este tema.
Cuando se ejercen cargos con cierta responsabilidad, es imperativo que se sea honesto. Me da exactamente igual que se trate de un interventor de un banco, un ministro o cualquier otra persona.
Por ello, cuando a mi alrededor observo actitudes de deshonestidad, sea por amistad o por cualquier otra razón, me rebelo en contra, aún cuando sepa que puede tratarse de un mero error, ese tipo de errores son insoslayables.
La pulcritud debe ser la norma obligatoria  de actuación de cualquiera con capacidad de cambiar la vida de los demás. Cualquier otra cosa, es, invariablemente, dictar o inducir una resolución injusta a sabiendas y eso es completamente inaceptable, venga de donde venga y lo haga quien lo haga.
En ocasiones, el autor de la tropelía no te asombra, ya que conoces su historial, en otras, te sorprende, pues jamás esperarías semejante acción del actor. En cualquier caso, todos, en nuestras respectivas parcelas, debemos ser extremadamente escrupulosos con lo que hacemos o decimos, y sobre todo, con las muchas implicaciones que nuestras decisiones pueden tener, y si no están basadas en verdaderas razones, hay que tener más cuidado aún.      

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