Sensaciones de abogados.

Esta mañana durante la guardia de asistencia al detenido, he tenido dos sensaciones contrapuestas.
La primera declaración era de un imputado no detenido en el Juzgado de Violencia contra la mujer, y estaba provocada por el exceso de celo de un profesional sanitario, mezclado con una mala interpretación de las explicaciones recibidas y con la rigidez del protocolo. La pareja se ve ante su Señoría pues la mujer al intentar meterse en una discusión entre el padre y el hijo, se trastabillo y se dio un golpe en un hombro contra la pared, al acudir al Centro de Salud y explicarlo, con naturalidad dijo que había sido durante una disputa familiar, de lo que el facultativo infirió que era una agresión machista. El mismo relato de hechos en boca de ambos, pero ante la Magistrada de Violencia. Regusto amargo por la terrible injusticia, la presión de la maquinaria judicial aplastando a personas corrientes que discuten con los otros miembros de su casa, como todos.
La segunda era de un blanco, es decir, de un posible delincuente primario. Antes de comenzar la declaración se le ha repetido la información de derechos, luego le he preguntado varias veces si lo había entendido todo, dijo que sí y que quería declarar. El policía volvió a repetirle que si no preferiría hacerlo cuando su abogado ya hubiera podido tomar conocimiento de las actuaciones y aconsejarle la mejor estrategia de defensa durante su declaración. Al final lo entendió, se dio por cerrada la declaración y el letrado que le defienda no tendrá que hacer malabarismos imposibles para arreglar el entuerto.
Me he sentido protegida como ciudadana por la corrección en la actuación policial, que no busca "colgarle el marrón" al chaval, sino encontrar al culpable del delito.

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