Contestar.

Estos días estoy preparando con mi cliente la contestación a una demanda de modificación de medidas más extraña que he hecho nunca.
No hay alteración sustancial de las circunstancias, pero tampoco se molestan en decir que la solicitud se basa en ello.
Se suplica una ampliación del régimen de visitas, ya, de entrada, bastante amplio, las tres tardes centrales de la semana, de 14 a 19:30, sobre el papel, en realidad hasta las 21. Quiere que los niños duerman con él esos tres días. Lo solicita porque, a él, que es padre maravilloso y cuenta con la impagable ayuda de su nueva compañera, no le llega el tiempo y están todos estresados, y los hijos no terminan las tareas, van corriendo a las extraescolares (de diciembre a abril las suspendió unilateralmente) y necesita más.
Y yo digo, que el fulano tiene un ego que no cabe en el Coliseo de Roma, y  que de gestionar el tiempo sabe lo mismo que yo de capar ranas, y que como organizador no tiene precio.
En su escrito cree que se autorretrata como el más capaz y adecuado de los padres para ocuparse de sus hijos, y cuando una persona ajena lo lee, la impresión que produce es que el demandante es un inútil elevado a la enésima potencia, pero que se adora por encima de todas las cosas.
Cuando presente la contestación os contaré las cumplidas respuestas que recibirá frente a la pretendida laudatio.

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