Luchar sin sentido.

A veces nos encontramos con batallas sin sentido por culpa de la rigidez mental de todos los implicados en un proceso judicial.
Pese a que se disfrace la infantilización permanente de todos los justiciables con argumentos como tener "suficiente juicio" en el caso de los menores, o "todos mienten en sala", lo cierto es que para los que deciden, suplantar la necesidad, la voluntad o el interés de los afectados por sus decisiones, por sus propios prejuicios, ideas preconcebidas y antipatías personales y viscerales, es lo más habitual.
Cuando se trata de cuestiones económicas se encubren con el razonamiento," ... Al fin y al cabo es sólo dinero", pero eso es cierto a medias.
Si hablamos de familia, debe primar el interés del menor, pero sólo le escucha quien carece de capacidad real de decisión sobre la vida del mismo.
Al tratar de delitos, se dice proteger a la víctima, que es tal porque alguien, el día que llegó su asunto, lo miró con simpatía y decidió de la nada sacar un ilícito penal.

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