Disfraces.

La impresión de que todo el ordenamiento jurídico se aplica disfrazando, por no decir travistiendo, la ley a través de las interpretaciones del Tribunal Supremo, nos acaba llevando a la conclusión de que da exactamente igual lo que diga la ley, porque encontrará la Sentencia adecuada a los fines que pretenda el Juzgador de instancia. 
Sólo hay un inconveniente, como cualquier jurista sabe, la jurisprudencia del Supremo va variando en función de los años, los intereses políticoeconómicos de los Magistrados y también de su competencia como profesionales del derecho. Si coges una base de datos medianamente decente, te ofrece 500 sentencias a favor del demandante y 500 a favor del demandado. 
De verdad podemos seguir permitiendo que la ley sea el capricho puntual de la Sala del Supremo, me da igual, civil, penal, contenciosa, social o militar, a 19 de mayo de 2014. 
Los pobres codificadores de los siglos XIX y XX malgastaron tiempo, conocimientos, esfuerzos y técnica jurídica para que en el siglo XXI nos pasemos por el forro las normas escritas, Código Civil, Ley de Enjuiciamiento Civil, Código de Comercio, Ley de Procedimiento Administrativo, Ley de Enjuiciamiento Criminal, etc, etc, etc, etc, etc.
Ya no se aplica la ley, sino las travestidas y disfrazadas interpretaciones que de la misma realiza el Tribunal Supremo.

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