¿Mojarse o quedarse seco?

En sentido figurado. Por supuesto.
Desde hace unos años,  tal vez siete u ocho, percibo, cada vez con mayor frecuencia, que los obligados por vocación, profesión o ambas cosas a mojarse, deciden quedarse secos, no luchar, no enfrentarse y dejar las cosas como están, o como parecería que debían estar.
Con la máxima de lo políticamente correcto y la mínima de no ofender, se han instalado en una posición que les hace parecer, cuando menos, melifluos.
Con ello se extiende, cual terrible mancha de aceite sobre el agua, la sensación y la certeza de que no hay Justicia, ni ganas de que La Haya.
La impunidad de cualquier conducta, inmoral, ilegal, alegal, o simplemente desidiosa, es absoluta, sea esta de altos funcionarios, políticos, fiscales o jueces.
El desprecio por la ley, las costumbres, los principios generales del derecho, la equidad, e incluso la más elemental educación y respeto, han desaparecido, como por ensalmo, de nuestra sociedad.
Hablo de Justicia, pero es aplicable a la sanidad, a la educación, y si me apuran, hasta a las obras públicas.
¡Qué país!

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