Ya está.

Ya, lo hice, lo terminé, c'est fini, redacté el maldito recurso de apelación del impertinente del turno. El se habrá quedado en la gloria, pero yo he salido a las 9:30 del despacho un viernes noche, y tras una semana completa.
Deberían sentarse a nuestro lado, sin hacer nada, ni siquiera hablar, para que entendiesen que nuestro trabajo es más complejo que despachar carne o reponer en el Carrefour y que requiere preparación, estudio, análisis y por último, poner negro sobre blanco una historia coherente, con su ilación y todo ello ajustado a las pruebas practicadas y que no resulte descabellado.
Pero bueno, ya está

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