Ufffff......

Hay días en que llegan clientes al despacho y tú te quedas con la angustia en la boca del estómago, por todo aquello que has escuchado, en la privacidad de ese espacio sagrado.
Cuando se abren y rememoran lo acontecido, cuando hay miedo y asco en sus caras, cuando recuerdan y sufren de nuevo, cuando se liberan y hablan con tranquilidad, cuando se atropellan porque las emociones les ahogan, tú, su abogado, eres el receptáculo de sus esperanzas y de su confianza en recibir justicia.
Y entonces empieza la batalla, te pones la coraza y sacas el cedazo para cribar lo esencial y útil, de la paja y lo superfluo. Y te enfrascas en el estudio de todas las aristas del caso, las declaraciones, las pruebas forenses practicadas, y planteas tu estrategia de investigación, cómo y qué pruebas proponer al instructor y en qué orden, que pruebas, aún en tu poder, vas a aportar a la causa.
Es apasionante y agotador, ilusionante y a la vez temible. Hay mucho por hacer antes de que lleguemos a alguna conclusión, que de ser la lógica, daría lugar a un caso de los que pasan a los anales del despacho.

Comentarios

Agustín ha dicho que…
Y la psicología que se aplica, los modos, las formas, la honestidad.
Y muy importante, saber desconectar.

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