Los clientes.

Aunque la sensación de hastío contra los clientes se suele producir, con mayor intensidad y frecuencia, en la recta final del curso judicial, hay ocasiones en que la misma nos asalta, en la tercera semana de trabajo.
Al tener la certeza de que el acusador, el acusado, el demandante o el demandado, te crearán muchos más problemas de los necesarios, sientes la impotencia de no ser capaz de limpiar su imagen y, de paso, su cerebro, para que, en lugar de fastidiar tu trabajo, te ayude a culminarlo.
Puede, tu cliente, tener toda la razón, pero como no de el perfil y sea verosímil, es capaz de destrozar la defensa más sólida y contundente.
Otras veces, para tu sorpresa, aquel en quien no confías, saca adelante tu trabajo con su actuación estelar, y te quedas pensando, para qué habré trabajado tanto, y el frustrado acabas siendo tú.
En resumen, aunque en contadas ocasiones les amemos, en la inmensa mayoría, les detestamos, no personalmente, si no por cómo se portan.

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