Una verdad muy simple.

Algunos de los que me leeis con asiduidad, teneis el impagable detalle de contarme vuestras anécdotas y, como todos somos abogados de a pie, yo, las hago mias y las transcribo negro sobre blanco para regocijo general, agradeciendo, en este caso a Juanjo ; )), esta que a continuación os cuento.
Hace unos pocos días, en una de esas mañanas de gallinero en el pasillo de la tercera planta, en el que se reune la mejor exposición de fauna humana pacense posible, para concluir los trámites de los divorcios de mutuo acuerdo, una justiciable abordó a nuestro protagonista para preguntarle muy seria y circunspecta, ¿oiga, es aquí donde se rectifica lo de mi matrimonio?.
El compañero, tratando de mantener la compostura, entre la perplejidad y la carcajada ahogada por la educación, respondíó, con cara de poker, que si, que esperase a que la llamase el Secretario.
Nosotros podemos reirnos un montón y mucho más, pero lo cierto es que la señora dió la mejor definición posible, pues un divorcio no es otra cosa que una rectificación de un matrimonio fallido.
Así, con una sonrisa en la boca, o con una carcajada, os deseo feliz finde. 

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