Se les ve el plumero.

Aunque a nadie se escapa la humanidad de los togados con puñetas, muchos de ellos debían ver su colorido plumaje de aversiones y afectos en el único sitio en el que jamás debieran hacerlo, en sus Resoluciones.
Eso no es apelable, las valoraciones interesadas de las pruebas y las groserías inaceptables salpicando sus decisiones escritas no dan más derecho que el del pataleo.
Cada día no sólo toca pelear por la justicia y con la ley y las pruebas en la mano y además contra los evidentes prejuicios de los jueces, per se inamovibles, y de factor fosilizados en sus Juzgados, con el inconveniente de ser únicos en su fama y sin posibilidad de confrontarle a decisiones de sus iguales en sentidos diferentes al suyo propio.
El problema de los juzgados son competencia entre ellos es que sus errores son siempre ley, eso no es aceptable en un estado de derecho, pero nos lo tenemos que tragar.

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