Asuntos complejos.

Hay veces que un cliente llega a ti con una cuestión que tú supones sencilla,  y poco a poco se complica, se ramifica, se enrevesa. Aparecen elementos nuevos, circunstancias que no esperas, nuevos personajes, y de ser casi un monólogo, el asunto se transforma en una tragicomedia coral.
En otras ocasiones la parafernalia inicial, con sus varios personajes principales y muchos secundarios acaba diluyéndose como un azucarillo en té caliente, y queda sólo el núcleo fundamental de la falta futuro.
No se cuál de ambas situaciones prefiero, la primera se pone interesante por momentos, la segunda es como la gaseosa, chispeante al principio y sin sustancia al final. Las dos tienen encanto.

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