Ya empezamos...

Ahora que se aproximan las Comuniones, ¡cómo no! empezamos con los problemas de los divorciados, mejor dicho, con los hijos de los divorciados. 
Unos porque no quieren que sus hijos hagan la Primera Comunión, por el mero hecho de que no les corresponde estar con ellos ese fin de semana. Otros porque quieren aparentar que se les ha excluido de todo lo relativo al evento y sólo le quedar acudir a la Iglesia, cuando esto no es ni bueno ni malo, es simplemente mentira. Otros porque su situación económica no les permite una celebración por todo lo alto y la otra parte se queja de que ellos si podrían proporcionarla. Otros porque le corresponde ese día al padre, pero no se ha preocupado ni de trajes, ni de peluquerías (en el caso de las niñas) ni de nada de nada, pero que tiene muy claro que a las 2 o 2 y media de la tarde, cuando termine la ceremonia, va a meter a su hija en un coche y se la va a llevar, sin comer, a 140 kilómetros para celebrar la Comunión con la familia paterna.
Podría seguir con una casuística, casi interminable, pero lo cierto y verdad es que en ni uno solo de todos esos casos, ninguno de los progenitores piensa en los hijos, únicos y auténticos protagonistas de la Primera Comunión.
Más cordura y menos egoismo señoras y señores y piensen en los niños, que de ellos no se van a divorciar nunca. 

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