Les escuece.

Como cualquier abogado normal y corriente, que no tiene una legión de secretarias y ayudantes y que  no se comporta como uno de los letrados de la serie Suits, cobrar una minuta es de las cosas más difíciles de conseguir, más incluso que una admisión a trámite de un Amparo ante el Tribunal Constitucional.
Mientras estás trabajando en su asunto y te llaman o de whatsappean mañana, tarde y noche, fines de semana y vacaciones incluídas, no les importa y se creen en el derecho a usar y abusar de tu tiempo y de tus conocimientos, en su asunto y en los que se les van pasando por la cabeza.
Cuando la causa termina, es otro cantar, lo cuestionan todo, lo ponen todo en tela de juicio y critican cada uno de los intentos que haces por percibir tus honorarios conforme al trabajo realizado.
La ingratitud es connatural al pago de lo que nos es debido. Muchos son de frágil memoria para recordar los escritos presentados en el ultimo instante, las horas de preparación de las declaraciones en el despacho, la casi interminables listas de correos electrónicos recibidos y contestados a las 11 y media de la noche, las llamadas a las siete de la tarde del sábado cuando estás en el cine y otro montón de cosas por el estilo.
Creo que con el próximo cliente lo voy a hacer, exigirle que cada vez que me llame, me mande un whatsapp, o me ponga un email, que se reúna conmigo en el Juzgado o en el despacho, tenga consigo una pequeña libretita donde ponga pegatinas de colorines en función de la comunicación. Yo por mi parte, llevaré otra igual y en esa, además pegaré post its  con la horas de trabajo dedicadas a su asunto en la soledad de mi despacho, y al final haremos una comparativa, igual así les escuece menos pagar por el trabajo realizado.

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