Un símil.

En un procedimiento civil, en la inmensa mayoría de las ocasiones, nos acabamos comportando como en un duelo de esgrima. 
En guardia, una marcha, dos marchas, y se redacta y presenta la demanda, y nos volvemos a poner en guardia, y esperamos los movimientos del oponente, si rompe, tenemos un allanamiento. Si por el contrario, a su vez decide marchar...nos contesta a la demanda.
Segundo asalto, la audiencia previa, nueva ocasión para la estrategia, si creemos estar mejor preparados, porque nuestras pruebas parecen más sólidas y contundentes, no sólo nos inclinamos por la marcha, llegamos incluso a tirar a fondo. Ahora nos toca nuevamente permanecer atentos a la reacción del rival, y si su defensa se convierte en un ataque, hemos de replantear el siguiente asalto, supuestamente el definitivo. 
El tercer y último asalto. El Juicio, ya no hay movimientos que improvisar, solo se puede sostener firmemente el arma y marchar sobre testigos y peritos, sin romper siquiera ante la novisima referencia jurisprudencial del contrario y por último, en el resumen de pruebas desplegamos todos los movimientos anteriores hasta llegar al touché.

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