Amigos y trabajo.

Los abogados, en general seres solitarios encerrados en sus despachos, sentados solos en los estrados, confrontados en soledad con sus clientes, como humanos que son, tienen la necesidad de interrelacionarse con otras personas.
Lo anterior hace que establezcamos lazos de afectividad muy fuertes con algunos compañeros, que son los que mejor nos entienden, los que comparten nuestros desvelos y disgustos, nuestras alegría y sinsabores, y sentimos entre nosotros esa empatía nacida de la vivencia de una realidad similar que, a veces, trasciende de las meras relaciones entre compañeros.
Y esa amistad hay que cultivarla, mantenerla y siempre dejarla al margen del trabajo y sus circunstancias. Los clientes, todos lo sabemos bien, vienen y van, pero con los amigos abogados vamos a mantenernos cerca por años, lustros y décadas. Y ello nos debe llevar a mimar ese delicado equilibrio obligatorio entre el deber profesional y lo que nuestro corazón nos pide.
Cuando dos abogados son AMIGOS, escrito así con mayúsculas, tienen la inexcusable obligación de luchar por esa amistad, porque, si cualquier cuando tiene un amigo tiene un tesoro, si además es quien te entiende, a quien puedes hacer confidencias, con quien tienes una complicidad basada en una similar experiencia vital y laboral diaria, tiene un tesoro elevado a la enésima potencia, y no hay nada más importante.

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