Una alegría.

La semana pasada, después de cierto tiempo, he tenido un procedimiento de familia fuera de la capital, y de mi peresonal pesadilla, el partido judicial aledaño. Las diferencias han sido abrumadoras a favor del foro no capitalino.
El Magistrado no sólo dialogante, si no participativo y con iniciativa. El Ministerio Público haciendo su trabajo, es decir, como defensor del menor. Y ambos con una sensatez apabullante respecto del interés real que se debatía.
Por razones que no hacen al caso, no fue posible que se concordase todo lo relativo al menor, cuyas medidas de visitas se ventilaban, aunque estas se basaban en un egoismo exacerbado que fue convenientemente afeado y rebatido por quien ostenta la obligación legal de hacerlo.
Con una diligencia, que aunque pueda parecer proverbial, sólo es aplicación estricta de la ley, en tres días estaba notificada la resolución.
Dictada con una clarividencia legal apoyada en las pruebas practicadas, la Sentencia es impecable, breve, concisa y extremadamente precisa.
No me ha dado toda la razón, si no la justa.
Con ello, me he reconciliado con la judicatura y la fiscalía de un plumazo...¡a ver cuanto me dura! 

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